Hypothesis
La polarización política, las noticias falsas, el discurso del odio y los crecientes niveles de violencia en las interacciones políticas han planteado otro desafío para los procesos deliberativos y participativos. Al mismo tiempo, los estudios muestran que los niveles más altos de actitudes reflexivas hacia los demás están directamente conectados con enfoques empáticos en los procesos deliberativos. Para enfrentar esos desafíos, los diseños de procesos deliberativos deben incluir y combinar múltiples formas de organizar, percibir y justificar las relaciones sociales, teniendo en cuenta el contexto histórico y cultural, con el fin de generar más beneficios y enfrentar problemas complejos e inciertos (Ney y Verweij , 2014). Los procesos democráticos deliberativos pueden beneficiarse enormemente de incluir, además de interacciones argumentativas y orientadas al conocimiento, referencias y métodos que estén arraigados en la experiencia y la creatividad social y colectiva.
Story of me: ¿Por qué creemos que esta pregunta es relevante para nuestra brújula ética?
La creación de metodologías para mejorar y escalar los métodos deliberativos es clave para abordar la exclusión de los colectivos disidentes y marginados de los espacios participativos, así como para combatir las interacciones radicales y de odio en contextos polarizados como el nuestro. ¿Es posible mejorar las metodologías deliberativas y participativas y, de ser así, cómo?
¿Qué ejemplos de metodologías digitales participativas y deliberativas combinan artefactos culturales, experiencias colectivas, patrimonio histórico y arte para producir nuevas formas de organizar “nosotros” y “ellos” trabajando creativamente a través del conflicto para generar resoluciones empáticas?
State of the art
¿Cómo deberían funcionar las democracias para fomentar la participación ciudadana inclusiva, no violenta y plural para generar justicia social? Ésta es una cuestión clave que los filósofos y los estudiosos han estado debatiendo durante siglos. Aparte de los diagnósticos y propuestas abstractos y excesivamente enrevesados, queda una valoración común: los niveles de confianza política en las democracias occidentales, y más concretamente en España, se encuentran en niveles históricamente bajos, pero al mismo tiempo, instituciones, laboratorios y organizaciones han estado explorando innovaciones formas de participación y gobernanza, desde Decidim hasta Meu Rio.
Cuando se trata de formas democráticas de organización social, los esfuerzos académicos, cívicos y políticos se han centrado en identificar los elementos que componen las prácticas deliberativas sólidas y sustanciales, es decir, cómo y en qué interacciones se involucran los participantes, quién se incluye como parte de esos procesos y cómo deben configurarse los espacios participativos.
- ¿Es posible mejorar las metodologías deliberativas y participativas y, de ser así, cómo?
- ¿Qué ejemplos de metodologías digitales participativas y deliberativas combinan artefactos culturales, experiencias colectivas, patrimonio histórico y arte para producir nuevas formas de organizar "nosotros" y "ellos" trabajando creativamente a través del conflicto para generar resoluciones empáticas?
- ¿Cómo deberían funcionar las democracias para fomentar la participación ciudadana inclusiva, no violenta y plural para generar justicia social?
Comencemos discutiendo la configuración de esas arenas. Desde la esfera pública hasta los contrapúblicos o incluso los hashtag públicos, esos espacios se han imaginado ya sea para la discusión libre y abierta de asuntos e intereses públicos (Habermas, 1984; Fraser, 1992), como arenas discursivas paralelas para circular contradiscursos (Fraser, 1992), o incluso como “el espacio construido a través de tecnologías en red” para compartir entendimientos, identidades o consensos (boyd, 2010, p. 39-40). En suma, para participar y deliberar, es necesario constituir y sumarse a un espacio de encuentro, en el que los participantes entablarán interacciones específicas. Estos espacios no necesitan involucrar a todas las personas afectadas por ellos, pero pueden constituir minipúblicos, en los que participan decenas a miles, manteniendo sus características democráticas y deliberativas (Ney y Verweij, 2014, p. 627). Aunque idealmente estos espacios son libres, abiertos e inclusivos, la mayoría de las veces los grupos marginados luchan por expresarse cuando no se tiene en cuenta su experiencia y contexto.
Otra parte de este esfuerzo ha girado en torno al proceso individual y los intercambios entre participantes. La deliberación implica hablar, conversar y, en última instancia, comunicación. Pero, ¿qué formas de comunicación fomentarían la resolución de conflictos y el cambio social? La justificación racional, la adquisición de conocimientos o la toma de perspectiva se han sugerido como vías para formar opiniones reflexivas (Muradova, 2020). El más interesante de ellos es la toma de perspectiva, que sitúa la empatía afectiva en el centro de la deliberación como clave para navegar por la diversidad y los puntos de vista conflictivos (Muradova, 2020). La empatía, o “sentir la misma emoción que otro individuo observado sin mezclarla con la propia experiencia directa” (Bertrand, Guegan, Robieux, McCall y Zenasni, 2018) pone en tela de juicio el fuerte contraste entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, en el que las historias personales son una forma útil de expresión (Muradova, 2020).
Este enfoque ofrece una alternativa para afrontar los desafíos deliberativos: como concluyen Borge Bravo, Balcells y Padró-Solanet (2019) al analizar los procesos deliberativos en la plataforma Decidim de Barcelona, la fatiga, los puntos muertos y la desconexión son habituales ya que la discusión se prolonga en el tiempo en el que “la degradación puede llevar a un aislamiento de la conversación, haciendo menos atractiva la participación de otros usuarios en el debate y, en consecuencia, reduciendo la visibilidad y la necesidad de presentar argumentos ampliamente aceptables. La participación excesiva de unos pocos usuarios muy activos no ayuda a mantener las confrontaciones personales fuera del debate” (p. 5690). La mayoría de las veces, esos problemas están asociados con una participación desigual entre grupos y comunidades, y la falta de participación entre grupos.
Aquellos académicos preocupados en su mayoría por la racionalización y la adquisición de conocimientos como vías de deliberación a menudo han olvidado el papel de la cultura, la historia, el arte y la experiencia como fuentes de referencias para facilitar el compromiso, generar empatía y mantener la reflexividad. El trabajo artístico e intelectual de Joseph Beuys unió el arte y la política de una manera útil para esta discusión, al afirmar que “el arte es el espacio democrático y creativo, donde cada persona está en conjunción creativa con la otra” (Manley, 2018, p. 12). La creatividad cívica podría entenderse, entonces, como “aceptar y desarrollar las ideas de los demás” (Gordon, Haas y Michelson, 2017), no solo a través de argumentos. En la misma dirección, otros estudios han analizado la importancia de los artefactos históricos y culturales como habilitadores y facilitadores de un proceso democrático creativo, (Kunreuther, 2018; Rob McMahon et al., 2019), siendo utilizados por los pueblos maoríes para las comunidades latinoamericanas y afroamericanas.
Story of us: Datos objetivos que respaldan la idea
En cuanto al género, por ejemplo, los hombres tienden a participar más que las mujeres en las plataformas de deliberación en línea (Borge Bravo, Balcells y Padró-Solanet (2019), por no mencionar los niveles desequilibrados de participación por raza, nacionalidad, ingresos y educación. Sesgo y polarización política creciente, numerosas metodologías deliberativas innovadoras están tratando de promover la empatía y la toma de perspectiva, fomentando la reflexividad y, en última instancia, mejorando su potencia para la resolución de conflictos. Podemos organizar algunas de estas metodologías en dos categorías: por un lado, permiten diferentes momentos de un proceso deliberativo, ya sea en el diagnóstico, los intercambios comunicativos o la fase de resolución. Por otro lado, median mecanismos reflexivos clave, como la sensibilización, la facilitación, la multiplicación o convergencia de interacciones, o el desencadenamiento de otras formas comunicativas (es decir, dibujar, meditar, tomar fotografías, contar historias personales y colectivas, usar y usar gadgets sy otros) que resuenan con esas comunidades más allá de los intercambios argumentativos.
Aunque hay pocos datos sobre cuánta mejora e innovación han fomentado estas metodologías, son prometedoras. Be Another Lab (Barcelona), los creadores de The Machine To Be Another, han identificado el aumento de las intenciones altruistas y la reducción de los prejuicios raciales implícitos a corto plazo al investigar el uso de la realidad virtual incorporada. El proyecto, que promueve mayoritariamente la sensibilización, puede incluirse en procesos deliberativos para facilitar las fases de diagnóstico o intercambios comunicativos, tendiendo puentes entre culturas y grupos creando la experiencia de cuerpos, contextos y perspectivas virtualmente barriendo (Schoeller, Bertrand, Gerry, Jain, Horowitz y Zenasni, 2019). Además, la misma tecnología se ha utilizado en Taiwán para aumentar la facilitación.
La narración de historias de realidad aumentada también ha mostrado un impacto relevante, al desafiar las formas hegemónicas de presentar narrativas. El proyecto Sweetgrass AR toma una escultura indígena para contar narrativas co-creadas no lineales y basadas en el espacio como un recurso para las relaciones indígenas-colonos en Canadá, navegando por especificidades contextuales y dilemas éticos. En Australia, las plataformas digitales polivocales se crearon desde una perspectiva de diseño especulativo para facilitar la construcción de naciones indígenas. Los participantes podrían seleccionar segmentos de videos de sus debates con el equipo de investigación para comentar y etiquetar, lo que permite el análisis colectivo y la síntesis de la discusión (Akama, Keen & West, 2016).
Además, se han utilizado mapas y dibujos para representar y comunicar historias, conocimientos y opiniones de otros antecedentes culturales e históricos: en Brasil, Colombia, Surinam y Chile, se han utilizado mapas para representar la importancia de las áreas forestales para las comunidades indígenas locales, para construir mapas culturales, para rastrear la deforestación ilegal o para mapear los impactos de la pandemia Covid-19 en los niveles de violencia política, defensa espiritual y vida comunitaria. Esos mapas no son simplemente un recurso interactivo para que esas comunidades representen espacialmente su experiencia, sino que también pueden desempeñar un papel en la unión de puntos de vista conflictivos en las relaciones entre grupos y pueden ser útiles en la fase de diagnóstico de la deliberación.
Finalmente, Create Your Kampala es un gran ejemplo de combinación de datos y arte para desarrollar talleres participativos. Al mismo tiempo que el equipo de Pollicy realizó encuestas y grupos focales para identificar los temas más importantes para las comunidades en relación con los servicios públicos, también co-diseñaron piezas de arte inspiradas en las discusiones y los datos, pero también en los bocetos dibujados por los participantes, difuminando las fronteras. entre formas comunicativas y poner el arte y la creatividad en el centro de la deliberación intercomunitaria, desde las fases del diagnóstico hasta la resolución.
Story of now: ¿Cómo dar respuesta a esta cuestión?
¿Cómo deberían las metodologías digitales participativas y deliberativas combinar los artefactos culturales, la experiencia colectiva, el patrimonio histórico y el arte? Existen organizaciones que trabajan intensamente para derribar muros y promover enfoques inclusivos y de diseño inspirados en la justicia, centrándose en prácticas deliberativas de toma de perspectiva para fomentar la empatía a través de la co-creación.
- ¿Cómo deberían las metodologías digitales participativas y deliberativas combinar los artefactos culturales, la experiencia colectiva, el patrimonio histórico y el arte?
Ejemplo de ello son Culture Labs y ComparteTuRollo, dos proyectos que combinan los artefactos culturales, la experiencia colectiva, el patrimonio histrico y el arte.
Culture Labs crea recetas e ingredientes contextualizados para promover el compromiso de las comunidades marginadas, investiga y propone el uso de plataformas digitales para facilitar el acceso al Patrimonio Cultural a través de experiencias novedosas a medida, reutilización creativa, enriquecimiento y cocreación. Generar empatía es el mecanismo mediador clave para promover la inclusión social a través de la narración.
ComparteTuRollo es otro proyecto que puso el patrimonio histórico en el centro de un proceso de participación para construir la memoria histórica de Colombia. Si bien para Beuys todo ser humano es un artista, este proyecto dio la bienvenida a los participantes como co-creadores de historia, democratizando la creatividad cívica para involucrar y promover la inclusión digital.
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