Ernesto Ganuza es investigador y le apasiona organizar espacios deliberativos. Dedica su tiempo a promover la deliberación, a estructurarla, y a organizarla para poder estudiar la forma en que estos procesos ofrecen a las personas la posibilidad de hablar, expresar sus opiniones y tomar decisiones en el contexto político actual, así como la forma en que contribuye a redistribuir el poder y fortalecer las organización ciudadana.
Dada tu experiencia diseñando y llevando a cabo procesos de participación, ¿hay algún proceso participativo en España que haya llamado particularmente tu atención?
E: Todos los procesos que he creado me parecen fascinantes, cada uno es único porque depende de factores como los participantes, los financiadores y los recursos disponibles. Un proceso deliberativo siempre genera una energía especial porque se crea un grupo que debate un tema muy concreto durante un tiempo prolongado. Esto hace que surjan muchas barreras y, al final, las personas se empoderan. Mi primer gran proceso fue en 2008, en Andalucía, sobre el agua. Reunió a 150 personas de diversas partes de la región, quienes debatieron sobre las políticas públicas relacionadas con el agua.
C: Hablando de las personas participantes, en un proceso deliberativo se suelen seleccionar a las personas mediante sorteo, ¿te parece esa una buena forma de alcanzar la representatividad?
E: Sí, el proceso académico estándar incluye el uso del sorteo, seleccionando a personas de manera aleatoria para invitarlas a participar en el proceso deliberativo. Esta muestra se puede ajustar según perfiles sociológicos, dependiendo del tema, y se pueden incluir variables como edad, género y actitudes. A veces se priorizan a ciertos grupos, como en el caso de un tema que afecta más a una parte de la población, pero en general la idea es garantizar la representación de perspectivas diversas.
C: ¿Entonces, abogas por un sorteo “puro”?
E: Sí, porque el sorteo permite reunir a personas con perspectivas vitales muy diferentes. Este es el valor central de la deliberación basada en el sorteo: crea dinámicas cognitivas y relacionales únicas. Es una forma de generar un debate genuino, donde las personas no se conocen y no están influenciadas por intereses previos. No se trata de magia, sino de un proceso científico. Los estudios muestran que en estos espacios de deliberación, las personas son más respetuosas y empáticas, lo que facilita la creación de un debate más enriquecedor.
C: ¿Cómo logras que personas de contextos tan diversos se entiendan y colaboren en un proceso deliberativo?
E: Lo esencial es garantizar un espacio horizontal e igualitario. Cuando las personas no se conocen y están debatiendo sobre un tema concreto, la dinámica cambia. No importa si provienen de contextos económicos diferentes; lo crucial es que, en un espacio deliberativo, todos tienen el mismo derecho a participar y ser escuchados. Esto facilita el cruce de perspectivas y permite que se enriquezca el debate. La clave es que el proceso no se trate solo de intercambiar opiniones, sino de generar comprensión mutua.
C: ¿Cómo defines el proceso de transmisión de la información dentro de estos espacios deliberativos?
E: El proceso es bastante estandarizado: se selecciona un grupo de personas mediante sorteo, luego se invita a expertos a proporcionar información sobre el tema en cuestión. Los participantes, después de recibir esta información, debaten para llegar a recomendaciones sobre las políticas públicas que están tratando. Este tipo de proceso, denominado “mini público”, busca garantizar que los participantes estén informados de manera completa para que puedan tomar decisiones fundamentadas.
C: ¿Y qué has descubierto en tu investigación sobre cómo las personas procesan y usan la información que reciben?
E: Uno de los descubrimientos más interesantes es que, contrariamente a la visión tradicional del procesamiento de información, el cerebro no simplemente absorbe datos de manera lineal. La transmisión de información en estos procesos no funciona como se pensaba, ya que las personas no solo procesan la información de manera interna, sino que la interpretan en un contexto social. En muchos casos, justificamos nuestras decisiones a posteriori, y el entorno social juega un papel clave en cómo procesamos la información. Por ejemplo, en muchos casos, las personas que dejan de fumar lo hacen porque conocen a alguien que ha dejado de hacerlo.
C: ¿Cómo se ajusta esto al proceso deliberativo?
E: La transmisión de información en los procesos deliberativos es mucho más compleja. Las personas aprenden de manera significativa, pero lo hacen de forma activa, interactuando con la información y con las demás personas. El aprendizaje no se limita a procesar datos, sino que involucra una construcción social y colectiva del conocimiento, donde la interacción y las perspectivas diversas son fundamentales.
Con la información que dábamos sobre los temas a debatir pasaba que, al principio, nadie sabía bien cómo proceder; mucha gente fallaba, pero al final de la deliberación, casi todos acertaban, porque era un proceso sencillo. Sin embargo, seis meses después, volvimos a preguntarles y, aunque algunos recordaban, no todos lo hacían. ¿Por qué ocurre esto?
Claro, la visión más tradicional diría que esa persona es incapaz de aprender, que tiene sesgos cognitivos que le impiden procesar la información de manera adecuada. En la ciencia se llama procesamiento de información bayesiano. Y ahí es donde surge uno de los grandes obstáculos en la participación de personas como nosotros, personas normales. Se dice que la gente “no sabe”, que “no está preparada” para tomar decisiones sobre problemas públicos, y que es mejor dejar eso a quienes saben, a los expertos.
C: Entonces, ¿es una cuestión de capacidad o de actitud?
E: Exacto. En las ciencias del comportamiento, se demuestra que los sesgos cognitivos no son exclusivos de los que no saben, sino que también afectan a los expertos, e incluso en mayor medida. Los expertos están tan familiarizados con un tema que se enrocan en sus ideas, sin estar dispuestos a considerar información nueva. El punto aquí es que los sesgos están generalizados. No podemos pensar que solo los que “no saben” son los que caen en ellos. Aceptar los sesgos es fundamental para comprender cómo funciona el proceso deliberativo.
C: ¿Cómo hacer que la deliberación sea capaz de superar esos sesgos?
E: La deliberación permite que los estereotipos y prejuicios sean puestos a prueba. A través del debate, las personas pueden ir más allá de estos prejuicios. No se trata de convertir a las personas en expertas, sino de ofrecerles un espacio donde puedan reflexionar tranquilamente, al igual que los expertos lo hacen en su entorno profesional. Este proceso les permite cuestionar, modificar y enriquecer sus propuestas, lo que lleva a resultados más sofisticados.
C: ¿Podrías explicar cómo funciona este proceso de crítica y propuesta en las metodologías participativas?
E: Claro. Un ejercicio común es pedir a los participantes que primero hagan sus propias propuestas. Luego, esas propuestas son criticadas por otros grupos, quienes tienen la libertad de hacerlo de manera abierta. La crítica ayuda a que las personas profundicen más en sus propuestas y las modifiquen para mejorar. A través de este proceso, lo que comienza como una propuesta simple se convierte en algo mucho más elaborado y valioso. No se trata de que algunos sean más inteligentes que otros, sino de utilizar lo que sabemos sobre cómo procesamos la información y cómo nos influencian los sesgos para mejorar las decisiones colectivas.
C: ¿La crítica no parece algo negativo en este contexto?
E: Exactamente. La crítica se convierte en una herramienta valiosa para mejorar las propuestas. En lugar de ver la crítica como un obstáculo, se ve como un apoyo que ayuda a perfeccionar las ideas y a hacerlas más robustas. Es un proceso de crecimiento colectivo.
C: ¿Y qué otros elementos crees que son esenciales en los procesos participativos, más allá de la crítica y las propuestas?
E: Uno de los aspectos más importantes es cómo se presenta la información. En un proceso participativo, no se puede simplemente dar la información de manera técnica al principio, ya que eso genera distanciamiento. Las personas se sentirán perdidas si no tienen un marco de referencia. Lo que se debe hacer es facilitar primero un espacio para que los participantes discutan entre ellos, reflexionen sobre sus propios puntos de vista y lleguen a conclusiones antes de recibir la información de los expertos. De esta manera, cuando los expertos intervienen, los participantes ya tienen un contexto desde el cual entender y cuestionar la información.
C: ¿Cómo influye esto en la manera en que entendemos la participación ciudadana?
E: La participación ciudadana tiene un poder transformador. La gente comienza a sentirse dueña de los problemas y de las decisiones, y eso, para mí, es el verdadero valor de la participación. No es solo un proceso técnico, es una cuestión política, de redistribución del poder. Cuando las personas sienten que tienen voz en las decisiones que afectan su vida, realmente se empoderan, aunque no me guste mucho esa palabra. Este poder transformador es clave para hacer nuestras sociedades más democráticas.
C: ¿Qué diferencias encuentras entre un movimiento ciudadano activista y un proceso deliberativo?
E: Un movimiento ciudadano busca reivindicar y movilizarse dentro del sistema político, mientras que la deliberación no tiene ese objetivo. Lo que busca la deliberación es abrir espacios de debate público, que no necesariamente están formados por personas militantes. Estas personas pueden tener sus propias ideologías, pero no están allí representando a ninguna organización. El objetivo es generar acuerdos cruzados entre perspectivas diversas, en lugar de buscar un consenso unánime sobre temas concretos de políticas públicas.
C: ¿Por qué crees que el diseño y el asesoramiento son importantes en los procesos participativos?
E: El diseño es crucial porque condiciona el espacio de intercambio entre las personas. Dependiendo de cómo se estructuren los procesos, se fomentarán unas dinámicas u otras. En cuanto al asesoramiento, es importante al principio, hasta que las personas se familiaricen con el proceso. No se trata de perpetuar el asesoramiento, sino de dar herramientas a las personas para que, con el tiempo, puedan gestionar los procesos por sí mismas. El asesoramiento debe ser visto como algo temporal, un apoyo inicial.
C: ¿En resumen, cuál es la clave para que los procesos participativos sean efectivos?
E: La clave está en generar un espacio de intercambio donde las personas puedan reflexionar, proponer, criticar y enriquecer ideas. A partir de ahí, la información fluye de manera más efectiva, y las decisiones que se toman son más completas y representativas. La participación no es solo un derecho, es un proceso colectivo de aprendizaje y empoderamiento que puede transformar nuestra sociedad.