Entrevistas

Arantxa Mendiharat Las Asambleas ciudadanas son espacios de confianza donde la participación es de mayor calidad

01/enero/2022 por Xesca Sastre
Ilustración para la entrevista a Arantxa Mendiharat por Alba Feitó
Xesca Sastre

Xesca Sastre

Comunicación digital

Especializada en comunicación digital, nuevas narrativas, cultura digital y ecofeminismo, Xesca reivindica un tipo de comunicación accesible y no-elitista, considerando que aquello que es elitista no puede ser democrático.

Arantxa Mendiharat imagina mundos posibles: futuros posibles y democracias posibles. Mediadora cultural, co-fundadora de Deliberativa y co-creadora de la web democraciaporsorteo.org, desde el 2016 lleva trabajando profesionalmente en metodologías deliberativas que activan a ciudadanas elegidas por sorteo. Arantxa co-diseña y gestiona proyectos relacionados con la cultura y la participación que aspiran a la transformación de los sistemas políticos.

Cuando pensamos en la palabra democracia, sólo podemos concebir el modelo representativo que hoy conocemos. ¿Existen otros modelos?

Tal como dijo Peter MacLeod, yo creo que hasta ahora hemos vivido lo que sería el Acto I de la democracia. Estos han sido los 200 años de democracia representativa, en los que elegimos a unos pocos representantes para que tomen las decisiones por nosotros. Puede que ahora estemos entrando en el Acto II de la democracia; ahora la ciudadanía empieza a compartir el privilegio y la responsabilidad de tomar decisiones sobre las políticas públicas.

¿Cómo se articula este segundo acto de la democracia?

El mecanismo que está demostrando ser efectivo es el sorteo cívico. Un grupo de personas elegidas por sorteo, que conforman una muestra lo más descriptiva posible de la población, forman Jurados ciudadanos o Asambleas ciudadanas que deliberan y toman decisiones. Como si fuera el Pleno de un Ayuntamiento o el Congreso de los Diputados, pero en lugar de representantes públicos elegidos mediante elecciones, lo conforman ciudadanos elegidos al azar. Estas Asambleas se activan para tratar un tema en concreto o un conjunto de temas y tienen mandatos cortos, por lo que las personas ejercen su cargo durante un tiempo limitado, permitiendo la rotación.

Habrá quien diga que no cualquier ciudadano está preparado para tomar ciertas decisiones sobre los asuntos públicos…

Y es por este motivo que este sistema contempla que la asamblea ciudadana cuente con comités de personas expertas de todas las tendencias para consultar sobre los temas que se debaten. Estos expertos incluyen la sociedad civil organizada, los cargos políticos, técnicos, etc. y cada participante puede elegir las personas expertas a las que consultar. Así se asegura la pluralidad de puntos de vista. Otro dato clave es que a las personas elegidas por sorteo se les da el tiempo suficiente como para informarse y formarse en el tema sobre el que van a deliberar. Así se consigue que la decisión tomada por la asamblea ciudadana sea una decisión informada.

El sorteo cívico es una herramienta muy efectiva contra la polarización
Arantxa Mendiharat

Y ¿cómo se garantiza que el grupo elegido por sorteo cívico sea lo más diverso posible?

Se realizan dos sorteos. Un primero, que invita a una muestra amplia de la población generada aleatoriamente (ya sea a partir de nombres que están en el padrón, o a partir de números de teléfono, o de direcciones postales). Estas personas que reciben la invitación al azar pueden prestarse voluntarias o no. Ahí sí que hay un sesgo: el de las personas que voluntariamente aceptan la invitación. Después hay un segundo sorteo. Según los territorios y los contextos, se establecen siete u ocho criterios (edad, localización geográfica, sexo, nivel socioeconómico, nivel de estudios, la relación de la persona con la pregunta que se le hace, etc.) para garantizar que la muestra de la población sea lo más descriptiva posible.

Pero, ¿no habrá personas que tengan más posibilidades que otras de participar, por disponibilidad de tiempo o de recursos económicos?

En estos procesos deliberativos se garantizan las condiciones óptimas de participación (pago de dietas, activar soluciones para personas que tienen que asumir tareas de cuidado, dias y horarios, etc.).

¿Estos procesos pueden ayudar a que la gente se interese más por la política?

Todas las encuestas demuestran que a la gente sí que le interesa la política, lo que hay es una falta de interés hacia la política institucional. El sorteo cívico es, además, una herramienta muy efectiva contra la polarización. La sociedad hoy en día está muy polarizada porque no tenemos ningún espacio conjunto donde deliberar. Las Asambleas ciudadanas son espacios de confianza donde la participación es de mayor calidad. Hay todo un proceso mediante el cual aprenden y muchas veces cambian de opinión y, sobre todo, escuchan a muchas personas que piensan diferente. Al final, acaban tomando una decisión con la que concuerdan la mayoría de las personas consultadas. Se ha demostrado que las personas que participan en asambleas ciudadanas tienden a ser más moderadas que los partidos políticos a los que puedan votar o puedan representarles. Esta moderación, junto con todo el proceso de deliberación, hace que sea más probable y más fácil llegar a acuerdos.

Todo lo contrario de lo que supondría un gobierno tecnocrático de expertos, opción que está ganando popularidad a raíz de la gestión política de la pandemia.

Como dice Ernesto Ganuza, todas las propuestas que llegan desde el sistema actual (la tecnocracia y los líderes carismáticos) nos llevan a menos democracia. El sorteo cívico es una de las únicas propuestas que llevarían a más democracia. En el libro que acabamos de publicar, La democracia es posible, citamos estudios científicos que prueban que grupos pequeños homogéneos de expertos toman peores decisiones que grupos grandes y heterogéneos de personas corrientes. Hay casos de protocolos en los que hay mayor peligro si se toma una decisión equivocada (como por ejemplo, en la gestión de una central nuclear) donde siempre se intenta incluir al mayor número de gente posible, gente muy diversa que no tiene por qué tener ningún expertise relevante sobre el tema (por ejemplo, el personal de limpieza) porque se ha demostrado que cuanto más diverso sea el grupo, mejores decisiones toma. Obviamente a este grupo diverso hay que proporcionarle la formación necesaria y técnicas para deliberar.

¿Cómo sería la manera ideal de gestionar la pandemia a partir de una Asamblea ciudadana?

Una Asamblea ciudadana que tuviera que decidir algo relacionado con el COVID-19 sería un grupo de gente donde habría personas jóvenes, mayores, madres y padres, personas del sector de la hostelería, etc. Gente muy diversa provenientes de muchos sectores distintos. Una muestra descriptiva de la población que tendría acceso a toda la evidencia científica que se está dando, que tendría acceso a grupos afectados y a toda la información que la asamblea considerara necesaria para tomar una decisión. Sería un proceso totalmente transparente que cualquier ciudadano podría consultar para formarse su propia opinión desde su casa.

A mí me gusta el modelo de hacer una primera asamblea para decidir la agenda y una segunda para responder a alguna de las preguntas que se plantean en la agenda. En Canadá, por ejemplo, se montó una Asamblea ciudadana para tratar la gestión post-COVID y ésta decidió que los temas más urgentes a abordar serían la vivienda y la educación.

¿Una Asamblea ciudadana siempre tiene que ser convocada desde el gobierno?

No tiene por qué. La primera Asamblea ciudadana en Irlanda no se convocó desde el gobierno, sino desde la sociedad civil, desde una asociación que se creó llamada We The Citizens que hizo un primer proceso piloto que funcionó y por eso se trasladó a nivel gubernamental. Esto demuestra que no siempre hay que esperar a los gobiernos para que pongan en marcha estos procesos deliberativos; también puede hacerse desde la ciudadanía. Pero, evidentemente, cuando se hace desde los gobiernos con la premisa de que la decisión de la asamblea será después implementada, el mandato parte con más fuerza.

¿Hay algún manual con el que la ciudadanía pueda poner en marcha un proceso deliberativo?

Extinction Rebellion, entidad que está reclamando que se hagan muchas asambleas ciudadanas climáticas, tiene en su web mucha información detallada de qué es y cómo funciona una asamblea ciudadana. Realmente, el movimiento está todavía por crear. No podemos decir ahora mismo que haya una base ciudadana que esté empujando y esté reclamándolo, ya que mucha gente ni siquiera lo conoce todavía.

En castellano está la web democraciaporsorteo.org, que da las claves de lo que son estos procesos deliberativos y este es el trabajo más importante ahora; darlo a conocer y que se entienda cuál es el interés de estos mecanismos y de ahí crear cultura ciudadana.

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¿Cómo ha afectado la pandemia a las Asambleas ciudadanas, tanto en su ejecución como en el diseño de las futuras?

Uno de los grandes aprendizajes y sorpresas sobre las ventajas y los límites de la participación digital es que la digitalización de las Asambleas ciudadanas ha aumentado la participación de la ciudadanía. Mucha gente que no hubiera participado, por no poder desplazarse, o por falta de tiempo o recursos para viajar, ahora puede participar en estos procesos. En la asamblea ciudadana de Escocia sobre el clima, por ejemplo, se ha visto que el número de personas que aceptan participar desde el primer sorteo es mayor.

En cuanto a las personas que tienen dificultades para participar en el mundo digital, se está haciendo un gran trabajo de mediación para acompañarlas; recursos que antes por ejemplo se destinaban al transporte, ahora se destinan a ayudar a las participantes a conseguir las herramientas necesarias para participar (conexión a Internet, entender el funcionamiento del proceso, etc.) De hecho, en la asamblea ciudadana de Escocia hay una persona participando que nunca antes se había conectado a internet. Hay varias personas que nunca habían participado en grupos de discusión online y ahora lo están haciendo. No todo es color de rosa, pero sí que hay muchas ventajas en hacer estos procesos deliberativos online.

Entonces, ¿consideras que la innovación digital tiene mucho que aportar a la democracia?

Sí, sobre todo para conectar a ese público elegido por sorteo como muestra descriptiva de la población con la población en general. Plataformas digitales como Decidim posibilitan que el proceso sea lo más transparente posible y que haya comunicación constante entre la población elegida y el resto de la ciudadanía. Ahí veo yo la mayor aportación de estas herramientas digitales.

Ahora mismo el sorteo cívico se presenta como mecanismo que puede usar un determinado gobierno. Pero, imaginando futuros posibles, ¿se podría articular una democracia por sorteo? Es decir, ¿podríamos llegar a eliminar las elecciones?

Hay mucho debate en la comunidad deliberativa. Si se pudieran complementar los dos sistemas, ¿por qué no hacerlo? Ahora mismo lo veo complicado, ya que el sistema político actual tiene enormes problemas para aceptar que asambleas ciudadanas de este tipo tengan el poder de decidir. Si el sistema político actual no sabe acoger estos mecanismos y no es capaz de hibridar su propio sistema con éstos, creo que en algún momento habrá que cambiar radicalmente de sistema. Ahora lo importante es que se vayan multiplicando este tipo de experiencias para que la ciudadanía las conozca de primera mano, las pueda experimentar y pueda decidir si piensa que es una buena manera de hacer política o no.

Por otro lado, desde los partidos políticos no se debería considerar al ciudadano/a como un riesgo (alguien que puede votarles, o no), sino como un recurso. Involucrando a las personas mediante el sorteo cívico se consiguen mejores políticas públicas y, sobre todo, se consigue crear una mayor confianza en el sistema político.

¿En qué consistiría tu sistema democrático ideal? ¿Cómo estaría organizado? ¿Es realista imaginar un sistema al margen de partidos políticos?

Yo soy muy práctica, creo que hay que ir probando. Sobre el papel, todo funciona. Hay que implementarlo y comprobar qué funciona realmente en la práctica. Lo que se ha comprobado, de momento, es que grupos de gente muy diversa son capaces de formarse, informarse, debatir y tomar decisiones sobre temas complejos. Lo que falta por comprobar es si una institución elegida mediante sorteo cívico y no mediante representantes de partidos funcionaría y, en tal caso, cómo funcionaría. Yo personalmente creo que sí, ¡pero quiero verlo! Creo que sería interesante que hubiera experimentos de esto; quizás a pequeña escala, en regiones pequeñas, y ver qué pasa.

¿Es compatible el sorteo cívico con un sistema en el que grupos de poder en la sombra inciden en las decisiones políticas? Es decir, ¿de verdad creemos que los poderes económicos acatarían las decisiones que fueran en contra de sus intereses? En la Convención Ciudadana por el Clima de Francia, por ejemplo, hemos visto que los 150 ciudadanos se han quejado de que el gobierno de Macron ha retocado o directamente frenado las propuestas que no le convenían.

Ahora mismo, quien tiene la última palabra son las personas electas, no las asambleas. En el sistema político actual, la única institución con legitimidad para hacer leyes es el parlamento. De ahí, de momento, no podemos escapar. El caso de Francia es muy representativo de lo difícil que es encajar un sistema deliberativo con uno representativo. Es el problema de que un gobierno tome unas decisiones (convocar una asamblea ciudadana cuyas decisiones deben ser vinculantes) que no están contempladas en el sistema legislativo. Por eso algunas personas tenemos dudas sobre si el sorteo cívico puede llegar a algo sólo como mecanismo, ya que no tiene manera de asegurar que sus decisiones sean vinculantes e influyan realmente en la toma de decisiones públicas.

Aunque no tuviéramos una democracia representativa con partidos políticos detrás, seguiría habiendo presión por parte de los poderes económicos. ¿Para que cambien realmente las cosas debe cambiar el sistema entero?

Claro. Ahora nos estamos centrando en el proceso de elección, pero deberían cambiar muchas cosas más, como la separación de poderes. Habría que revisar, por ejemplo, la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, que ahora mismo está muy distorsionada. Habría que ver cómo se eligen las personas del poder ejecutivo y las del sistema judicial. Hay muchas cosas más por ver y por experimentar. Es un campo apasionante, yo creo que podemos ilusionarnos con esto porque ahora mismo nos falta ilusión hacia la política. Vemos que el sistema no está bien, pero no vemos ninguna manera de mejorarlo. Lo que podemos hacer entonces es probar otros sistemas alternativos y ver qué pasa.

Recientemente has participado en el diseño de la metodología y la implementación de la Conferencia sobre el Futuro de Europa. ¿Qué valoración haces de la experiencia?

Era la primera vez que se hacía un proceso deliberativo transnacional incluyendo a tantos países (27), idiomas (24) y participantes (800) y el aprendizaje ha sido brutal. A parte de la organización de los propios paneles ciudadanos (entre septiembre 2021 y enero 2022) que han desembocado en la publicación de recomendaciones, la segunda parte de la Conferencia (entre enero y mayo 2022) ha sido también un ejercicio totalmente inédito de negociar esas recomendaciones con diputados europeos, nacionales y organizaciones de la sociedad civil, para llegar a las propuestas conjuntas que son el resultado final de la Conferencia presentado el 9 de mayo. La gran pena del proceso ha sido que las tres instituciones europeas (Parlamento, Comisión, Consejo) comanditarias del proceso no fueron capaces de establecer unas preguntas concretas al principio del mismo, y en vez de trabajar sobre pocas cuestiones complejas y de largo plazo, los ciudadanos han trabajado sobre prácticamente todos los aspectos de las políticas europeas. Un abanico muy amplio que ha permitido abordar muchas temáticas, pero ha impedido profundizar en las cuestiones más problemáticas.

Se han hecho también asambleas nacionales en paralelo, y se seguirán haciendo. ¿Crees que el formato local mejora la calidad de las conversaciones?

No tiene por qué. Si las asambleas ciudadanas están correctamente diseñadas, hay medios para implementarlas y sobre todo si los gobiernos entienden cómo esas asambleas les pueden ayudar a pensar mejores políticas públicas y resolver cuestiones a las cuales es más difícil dar respuestas desde el sistema político tradicional, se pueden hacer a cualquier escala. Obviamente es más fácil trabajar con uno o dos idiomas, que con 24, y con distancias de viaje más cortas, pero todos los sistemas políticos deberían de incluir asambleas ciudadanas en sus mecanismos de toma de decisiones. Si existen instituciones europeas, es necesario que existan asambleas ciudadanas de nivel europeo.

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