Entrevistas
Ines Cheniour Es fundamental encontrar el equilibrio idóneo entre las normas y la flexibilidad para jugar y divertirse
Ines Cheniour es una asesora en materia de design thinking y estrategias de comunicación tunecina. Es la fundadora de COMMITT Consulting y ha trabajado con ONG, organizaciones internacionales como el British Council, el PNUD, la GIZ, y muchas otras iniciativas sociales locales. Ines integra el elemento humano en todos los proyectos que desarrolla a partir de las herramientas basadas en el design thinking. Su principal labor consiste en ayudar a mujeres y jóvenes a desarrollar su autoliderazgo y su capacidad de liderazgo social.
Cuéntanos un poco sobre la Revolución del Jazmín y el design thinking, y cómo influyeron tu trayectoria profesional.
Tras vivir en Canadá durante 10 años y estudiar diseño gráfico en la Universidad Laval de Quebec volví a Túnez en el año 2013, exactamente dos años después de la revolución. Había que reconstruir el país entero desde cero y parecía que todo el mundo esperaba que fuera la juventud quien lo hiciera. ¿Pero cómo? Nadie sabía por dónde empezar.
Me di cuenta de que la metodología del design thinking, algo que había aprendido mientras vivía en Canadá, podía ser útil para ayudar a la juventud a organizar el proceso de reconstrucción del país. De forma paralela también leí mucho sobre cómo desarrollar resiliencia, cómo involucrar a las comunidades y cómo orientar el design thinking a la innovación social. Durante ese año constaté que la juventud tenía mucha energía, pero no seguía una metodología específica para la innovación. Así que empecé por ahí, formando a jóvenes con metodologías de design thinking, aunque yo lo llamara liderazgo social porque la gente no sabía lo que era el design thinking. Al principio lo hacía de manera altruista, para prototipar mi método, pero más adelante el PNUD se enteró de lo que estaba haciendo y se puso en contacto conmigo para colaborar. En cualquier caso, me había prometido a mí misma no tomar ninguna decisión antes de septiembre de 2014.
En el año 2015 empecé a trabajar en mi propia empresa, Committ.
Pero… ¿Por qué el design thinking? ¿Qué es el design thinking para ti y qué es lo que te motiva de esta metodología o enfoque?
Me gusta porque creo que es intuitivo. Es fundamentalmente una manera de pensar, antes que una metodología, un enfoque o una herramienta. Es la manera de ver la vida y afrontar las cosas que ocurren. Para mí la empatía es una parte integral de los seres humanos. Todas las personas somos empáticas y, de no ser así, deberíamos desarrollar nuestra empatía un poco más, ya que puede ayudarnos a aprender a escuchar a las personas. Es muy importante ser una personas creativa, y encontrar nuevas formas de resolver cosas, mediante la creación y la experimentación de prototipos. La interacción constituye la esencia de la vida, ya que nadie aprende a caminar sin haber probado antes a ponerse de pie y a haberse caído.
Me parece que el design thinking es muy orgánico e intuitivo. No es algo que haya tenido que añadir a mi forma de pensar y de vivir, puesto que ya formaba parte de mi mente y era algo que ya utilizaba de forma intuitiva e involuntaria. El día que lo descubrí pensé: «¡Oh, Dios mío, pero si soy yo!» Solo tuve que sistematizar un poco en mi cabeza algo ya que había interiorizado de manera natural.
Otra cosa que me gusta del design thinking es que supone tratar con la ambigüedad. Tengo una mentalidad de diseñadora, pero siempre digo que soy una diseñadora que intenta comprender los procesos más que diseñar unos nuevos. Además, me gusta el hecho de que el design thinking implique un desarrollo personal, ya que trabajamos con nosotras mismas más que con nuestra empresa o asociación.
Si en tu día a día no aplicas la creatividad, la escucha activa y otras habilidades, entonces es probable que tu primer contacto con la formación de design thinking sea para ti ante todo una oportunidad de desarrollo y crecimiento personal antes que una formación sobre una nueva metodología hacia la innovación.
En resumidas cuentas, lo que me gusta de ello es su carácter intuitivo. Creo que todos ponemos en práctica el design thinking sin saberlo en el contexto de una relación, cuando conocemos nuevas personas o nos encontramos en un entorno nuevo.
Hablemos de la empatía. En nuestro campo y nuestra profesión la empatía se ha convertido en un cliché, como si pudiéramos resolver todos nuestros problemas con empatía, pero… ¿Es realmente suficiente? Sobre todo teniendo en cuenta que nos dedicamos al impacto social y las comunidades, con unas experiencias de vida complejas, marcadas por ejemplo por la injusticia. ¿Cuáles son sus limitaciones y sus posibilidades?
En primer lugar, hay diferentes tipos de empatía. Cuando la gente oye hablar de empatía siempre piensa en la empatía emocional, pero en el contexto del design thinking nos referimos más a la empatía cognitiva, que se basa en tratar de comprender por qué las personas piensan o actúan de una forma particular, aceptando sus decisiones e intentando comprender sus motivaciones. Cuando enseño todo esto muchas personas me comentan: «Sí, pero la empatía me ha arruinado la vida porque siempre soy empático con todo el mundo y eso no me ha traído nada bueno». Sí, les respondo, es cierto. Puede ser una carga en ciertos aspectos. Pero, aunque seamos capaces de sentirnos como se sienten las demás personas, ese no es el tipo de empatía que empleamos en el design thinking. Intentamos comprender por qué las personas actúan y reaccionan de una manera determinada, cuál es el problema de fondo de sus decisiones.
En segundo lugar, déjame ponerte un ejemplo de trabajo con la innovación social. Colaboramos con la GIZ en un proyecto en Túnez en el que intentábamos comprender por qué ahí no estaba funcionando la descentralización. En un contexto como el nuestro no puedes emplear la empatía. Los políticos dicen «No, no queremos dar parte de nuestro poder a las comunidades locales. Nos gusta la centralización».
Por ejemplo, para este tipo de reto entendimos que era necesario combinar las metodologías del design thinking con procesos sistémicos, que tienen un gran impacto en las personas que viven en el país. El primer año desde mi regreso a Túnez viajé mucho, sobre todo porque quería asegurarme de que realmente quería vivir allí. Así que también viajé a muchos otros países como España, Francia, Argelia, etc. Y siempre me preguntaba: «¿Quiero vivir aquí?» Pero la respuesta siempre era «No».
De todas formas, seguía preguntándome por qué las personas eran felices en esos lugares, por qué respetaban las normas y por qué la población tunecina se comporta bien fuera de Túnez y no en el propio país. ¿Por qué cambia su comportamiento? Me di cuenta de que lo que cambiaba era el entorno. Cuando el entorno cambia, el comportamiento de las personas cambia. Y es crucial tener esto en cuenta. Creo que si, llegados a cierto punto, no conjugamos la empatía y el design thinking con el pensamiento sistémico, entonces no conseguiremos nada.
Tu última pregunta trataba el tema de la cocreación frente a la empatía. La cocreación está genial cuando la gente está preparada para ello. No puedes juntar simplemente a varias personas sin una formación previa ni conocimientos sobre el trabajo en equipo, la conceptualización o la formación de equipos en una misma sala y pedirles que planteen soluciones. Requiere mucha preparación previa. Puedes formarlas, conocerlas antes, entender su situación y después adaptar tu formación de manera correspondiente. Les ofreces ciertos elementos y luego les pides que empiecen a cocrear. He comprobado que casi siempre intentamos tomar atajos, pero no funciona. La cocreación requiere una preparación previa porque a menudo las personas no están acostumbradas ni siquiera a cosas tan básicas como escuchar a las demás cuando hablan.
Cuando trabajé con la GIZ y el gobierno, por ejemplo, el primer día ninguna de las personas participantes era capaz de hablar sin interrumpirse. Me pasé unas tres sesiones ayudando a que aprendieran a trabajar juntas, a resumir sus ideas y a no interrumpirse. A partir de ahí pudieron trabajar y, para conseguirlo, hice que cantaran, jugaran e hicieran yoga juntas antes de que pudieran empezar a cocrear. Esto es algo que a menudo se pasa por alto. Se quiere conseguir resultados de alto nivel inmediatamente, invirtiendo muy poco y sin considerar la posibilidad de adoptar distintas perspectivas, como pueden ser el teatro, la música o el baile.
Es necesario recordar que la cocreación funciona a largo plazo. Pero el cambio debe empezar con las personas, con sus mentalidades. El entorno de trabajo también es importante. La cocreación resulta mucho mejor y de manera mucho más fácil cuando llevas a las personas a la naturaleza a pasar tres o cuatro días juntas en un albergue. Cuando estás en la sala de reuniones en la que suelen trabajar… ahí es todo más difícil. En mi experiencia, para que la cocreación funcione hay que crear un ambiente específico, poner a las personas en la mentalidad adecuada, sobre todo aquellas que no están familiarizadas con el trabajo en equipo y no han recibido ninguna formación en cocreación.
¡Vaya, cuántas reflexiones! Entonces parece que te ves más como facilitadora que como una experta.
¡Claro, eso es!
Este es uno de los principios de Design Justice, por ejemplo: el diseñador como facilitador más que como experto. Por supuesto, eres experta en tu disciplina, pero la manera en que te relacionas con las comunidades es buscando la manera de facilitar su propio conocimiento, su propio aprendizaje.
Otra pregunta: has mencionado que has trabajado con distintas comunidades y me gustaría saber si adaptas tu manera de trabajar según el público al que te diriges, sobre todo cuando se trata de jóvenes y de entornos menos estructurados que el mundo gubernamental o ministerial… ¿Qué hay de los procesos participativos con las comunidades y territorios? ¿Podrías también hablar de tu entorno local y nacional en concreto, comparado con Canadá, por ejemplo?
(Inés ríe) Sí, hay unas diferencias muy grandes entre Canadá y Túnez, claro, pero cuando vivía en Canadá tampoco hice el mismo trabajo social que hago aquí en Túnez, así que en realidad no puedo comparar ambas experiencias. Sin embargo, sí puedo decir que hay ciertos conceptos básicos en la educación canadiense que no están presentes aquí en Túnez, como por ejemplo la escucha activa, el dibujo como forma de visualizar información, el aprendizaje breve y eficaz, etc. Así que hay algunas competencias básicas para el design thinking que «ya existen» en Canadá y en Estados Unidos, y que aquí tienes que trabajar desde cero. Y eso es precisamente lo que hice cuando llegué aquí por primera vez. Sabía que la existencia del design thinking, vinculada y asociada al mundo digital y virtual, la forma en que las personas hablan de él, sus términos específicos y otros elementos, no podían funcionar aquí. Tenía que dividir todo ello en partes pequeñas y añadir otros elementos para que fuera más fácil de transmitir y digerir por la población tunecina.
En cuanto a la adaptación de mis metodologías a las diversas comunidades, resulta evidente que trabajar con jóvenes es totalmente distinto a trabajar con adultos. En Túnez trabajar en el sur es completamente diferente a trabajar en la capital. Trabajar con personas libias es distinto de trabajar con tunecinas. Por ejemplo, en una ocasión trabajé con 130 jóvenes del norte, sur y oeste de Libia. Los dos primeros días son una toma de contacto con el grupo, aprovecho ese tiempo para comprender quiénes son las personas que participan y en qué situación se encuentran. Y es que a veces no tengo ninguna información previa sobre el grupo de trabajo y, en todo caso, cada grupo es distinto. Después me tomo un descanso y mi equipo y yo empezamos a diseñar el programa en bloques de dos horas. Cada vez que conseguimos un objetivo concreto, cambiamos y adaptamos nuestras metodologías, como si de una adaptación a tiempo real se tratase. A algunas comunidades las abordamos desde una perspectiva más exigente y otras desde una más empoderadora.
Cuando la formación tiene lugar en un hotel, con comida y todas las comodidades posibles, es muy distinto a cuando se realiza en una pequeña sala de una organización civil. El entorno al completo cambia. Algunas de las adaptaciones las hago de manera intuitiva, mientras que otras las hago de forma consciente. Cuando observo al grupo siempre me pregunto dónde se encuentran, qué están pensando y en qué dirección querrían avanzar.
Has mencionado que Túnez no estaba preparada para el design thinking y esto me lleva a pensar en nuestra propia experiencia vivida. Estamos trabajando con Platoniq para crear el nodo mediterráneo o, mejor dicho, el nodo del sur de Europa (por ahora) de la red de Design Justice. Design Justice es una red global: ¿Cómo podemos trasladar los procesos orientados al diseño a nuestras sociedades mediterráneas? Es complicado porque no tenemos una sociedad súper estructurada y organizada, ¡aquí todo es un poco caótico! Así que, ¿es un problema nuestro o es que simplemente el design thinking no es el enfoque adecuado en este contexto? ¿Hay enfoques locales de cocreación? ¿O tradiciones o prácticas existentes que deberíamos adoptar?
Yo creo que si mandas a un italiano a Canadá o a Estados Unidos, comprenderá el proceso y empezará a aplicar las metodologías enseguida. El problema es el entorno en el que trabajamos y vivimos, no el hecho de ser una persona mediterránea, italiana o tunecina. Yo misma me he hecho esta pregunta muy a menudo, así que entiendo perfectamente tu preocupación. En muchos de los proyectos por aquí la gente me ha dicho: «¡Pero recuerda que esto no es Canadá, estamos en Túnez!» Vale, pero cuando he conseguido establecer el contexto y entorno correcto he conseguido el objetivo, así que en realidad no importa que la gente esté en Túnez o en Canadá. Si consigues poner en marcha un contexto con el que las personas se sientan implicadas, entonces el proceso empezará. Eso implica que, por ejemplo, la sala de formación debe estar muy limpia, incluso la mesa. Si la sala es caótica, entonces la formación será caótica. Siempre que mi equipo y yo prestamos mucha atención a los detalles, las cosas van como habíamos diseñado y las personas pueden seguir el proceso sin ningún desorden. Esto lo aprendí en una formación en los Países Bajos. Allí controlan el entorno de manera muy rigurosa y estructurada y prestan atención a cualquier detalle; no hay en la habitación nada que no sea necesario. De esa experiencia aprendí que todos los detalles son importantes. Incluso la comida, el tipo de comida y la forma de servirla. A veces incluso cambio la forma de sentarme. Tienes que crear un ambiente estructurado para que las personas tengan una experiencia estructurada.
Todo esto requiere mucha preparación, obviamente. Es por eso que cada vez que nos disponemos a ofrecer una formación vamos dos días antes para investigar el entorno, prepararnos y adaptarnos de la mejor manera posible. Debemos recordar que lo que queremos trabajar es la manera de pensar de las personas. Si creamos un entorno divertido, entonces la formación será divertida. De lo contrario, no lo será. Hay algo que se nos suele olvidar cuando trabajamos con innovación social y es la importancia del entorno de toda la experiencia, no solo del contenido. Por ejemplo, en Italia la convivencia juega un papel muy importante. En Túnez y en Irak también: comemos de una gran olla y las personas se sirven las unas a las otras, no usamos platos. Servimos el desayuno primero, antes de empezar a trabajar, porque cuando hay comida, hay convivencia. No contemplamos unos descansos fijos para el café, sino que dejamos café y fruta a disposición en todo momento. Puedes tomarte un descanso cuando quieras, ir a fumar un cigarrillo y volver. Hasta cierto punto, hay mucha libertad dentro de la estructura. Es fundamental encontrar el equilibrio idóneo entre las normas y la flexibilidad para jugar y divertirse.
¿Y qué hay de las herramientas visuales? Supongo que trabajaréis con el modelo canvas, pero… ¿Hay algún tipo de adaptación que funcione mejor en el contexto local?
Sí, a veces creo herramientas según el objetivo y el grupo al que está dirigida la formación. A veces diseño nuevas herramientas, simplifico otras y añado o elimino elementos. Cuando el taller es breve utilizo un máximo de uno o dos carteles y me aseguro de que sean fáciles de usar. A veces añadimos algún tipo de formación de toma de notas visuales y sumamos medio día de formación sobre visualización y toma de notas visuales para atraer al niño interior de quienes participan en la actividad.
Básicamente trabajo en tres idiomas (árabe, francés e inglés) y créeme: ¡son tres culturas distintas! Por ejemplo, diseñé una herramienta porque me di cuenta de que al principio debes recoger todas las opiniones posibles antes de empezar a usar una herramienta específica. Así que encontré la manera de adaptar y simplificar las herramientas que funcionan en inglés, en francés de un modo específico , pero no en árabe. En árabe solo uso cuatro preguntas que me llevan a un resultado. Cada grupo supone sus propios desafíos, así que siempre intento que mis procesos sean ligeros y fáciles para las personas, empleando dos o tres herramientas al día.